("Voilà ma route-avec le paradis au bout"
Paul Verlaine)
Es que fluye y es también el sexo enrojecido del río que fluye
subterráneo, como un andén húmedo sumergido en la noche de un Bosque,
es que no hay eclipse ni sueño capaz de velar ese encarnado río de sexo
en el que quiero subirme y dejar que me arrastre atado por las muñecas.
Son llamas, antes bailó el duende, y sus fauces negras que canta Solomon Burke
y Clarence Carter, es un demonio granate que baila y canta sobre desnudos en brasas
y eleva rojos tentáculos de humo con la voz de Otis Redding, Joe Tex o Sir Raggedy Flag,
luego con fuego aliento lame con labios negros allí donde pechos, testículos y melenas
son un vómito sin cabeza que se arrastra atraído por la melodía de Otis Clay.
Don Covay tiene una gran polla que lanza lava y magma de trompeta en crema
y sanguinolentas yemas de huevo de donde se tallan los cuerpos desnudos del río
que satán ha ungido con pomada de zanahorias protectora de la piel ante el sol.
Es un tesoro del diablo y de los negros, ese río de carne blanca que con furor naranja
se arranca y resbala como lo que se escurre sobre los muslos endurecidos por el espasmo.
Desde el cielo caen devueltos Sam Cooke, "Little" Archie, Barry Jones...
Los arrojan por tener alma de grito y flema, alma de voz rajada y alcohol
tañendo las venas. Expulsados, fluyen revueltos y lánguidamente entrelazados
por no hallar paz en otra cosa que en jugo vaginal, saliva, sudor, orina,
sangre, bilis y esperma. Un jadeo como último aliento será mi epitafio.
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